domingo, 29 de mayo de 2011

Ella estaba allí

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Ella estaba allí ese día, en mi clase. No había nada de especial en ese día, hasta hoy que lo pienso. Fué esa mirada -que todavía vive en mi memoria- la que me haría recordarla. Una mirada sensual y seductiva, pero pasiva que resonaba en mi cabeza hasta llegar a mi casa.

Estando en mi casa aproveché para irme a mi cuarto y medité; medite sobre ella, recordé la primera mirada que me guió hasta ella, la primera palabra que nos dirigimos. Estaba acostado en mi cama con mis manos tras mi cuello y mirando el techo, un techo perfectamente blanco que despejaba mi mente para solo pensar en lo que me interesaba por el  momento: en ella.

Indagando en sus cualidades descubrí que era una joven muy interesante. Sus calificaciones eran excelentes, aunque no aparentaba ser una genio. Sus características de mujer eran bastantes atractivas, tanto las físicas como las intelectuales. Su carácter pacífico y discreto, la sensualidad de su voz eran las cualidades que me parecían más interesantes. Ese color, único, un indio claro realmente hermoso. Su pelo, lacio y de longitud a media espalda, negro y bien cuidado.

Entonces recordé una pequeña cadena de plata que ella tenia colgada en el cuello con una pequeña medalla con la inicial de su nombre. Recuerdo las palabras que utilicé para entablar una conversación con ella:
-Esa "M" es por tu nombre -cosa obvia para mi-.
-Si, me la regaló mi madre -me respondió con una voz de agradable tono y en busca de alargar la conversación-
-Esta bonita -le dije-
-Gracias -me dijo, frase que acompañó de una linda sonrisa-

La conversación murió ahí, las palabra se me fueron de la cabeza y me volví a mi asiento. Pero recordando ese episodio, llegó a mi mente una imagen agradable. Recordé como -antes de volverme a mi asiento- fué cayendo mi mirada desde su cuello, recorriendo cada eslabón de la pequeña cadena hasta caer en donde nacían sus hermosos senos. No quise fijar mucho mi mirada por respeto y para no hacerla sentir incomoda. Esa imagen ha perdurado hasta hoy en mi memoria, aún la recuerdo intacta. Recuerdo que entre lo poco que vi estaba el inicio de una piel delicada y suave, llena de juventud. Aparentemente a ella le agrada mostrar ese tan bello encanto de mujer que tiene, pues, casi siempre la veo vestida con prendas que dejan a la vista parte de esos hermosos senos.

Al levantar mis ojos, por timidez, de su pecho nuestros ojos cruzaron miradas. Aún recuerdo esos ojos tan tiernos y bellos, con un negro tan natural y agradable. Dese ahí dejé caer mi mirada hasta una sombrilla que, aunque no tenia nada de especial, me sirvió para esconder mi mirada. Mirando aquella sombrilla negra con algunos diseños de flores blancas y con unas escrituras, también blancas, escuché como la voz de mi razón me decía que levantara la mirada otra vez. Así lo hice, fui subiendo mi mirada paulatinamente observando los detalles en la pared que, más que detalles eran las huellas de los maleducados de los estudiantes que ponían sus zapatos sucios en la pared dejando sus marcas negruzcas. Al tener mi vista a la altura de su cara volteé para mirarla y mi atención quedó fijada en una sola cosa. Cuando volteé mis ojos se encontraron con unos hermosos labios, de tamaño regular, bien cuidados y carnosos. La imagen de esos labios neutralizó mi mente, y el deseo de recibir un beso de unos labios así me invadió, pero no, no era el lugar ni el momento adecuado. Entonces subí mi mirada para hablarle.

-Una pregunta, tu eres hija única?
-No, tengo dos hermanas más y un hermano -me dijo-
-Ok -le dije-
- Yo tampoco soy hijo único -y le mencioné la cantidad de hermanos que tenía-

En eso llegó el profesor, nos saludó en general diciendo:
-Buen día para todos-
Respondí a su saludo e iniciamos la clase. Como soy muy celoso con mis estudios, durante la clase no volví a mirarla y solo atendía al profesor y los asuntos de la clase. Pasada la clase llegó la hora de marcharnos. Por mi mente pasó la idea de acompañarla en la salida.
-Te espero? -le dije-
-Si -me dijo mientras se apresuraba a guardar sus utensilios escolares-
Mientras colocaba cada útil en su lugar me dije en forma de suspiro: ¡wao! que ordenada, tan delicada como debe ser una mujer.
-Vamos -me dijo al momento en que se levantaba de su silla-
Tuve el placer de observar como se levantaba y de delinear su delgada y curvada cintura. Su blusa azul oscuro, de tiros finos reflejaba su esculpida figura, pero no a base de ejercicios y dietas, sino de una figura natural, como toda su belleza.

Nos marchamos y mientra bajamos la escalera instalé un dialogo sobre su domicilio:
-Por qué ruta te vas?
-Por la segunda salida -me dijo-
-Hay! que pena, yo salgo por la primera -le dije con voz de lamento-
-Bueno ya yo me quedo aquí -me dijo en tono de despedida-
-Pues no veremos luego, ¡ cuídate!
Un beso lento y suave en mi mejilla derecha marcó el adiós.

Seguí mi destino hasta llegar a mi casa y entrar a mi habitación.