lunes, 28 de noviembre de 2011

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El domingo será un día bueno. Si, el domingo podré vivir realmente por primera vez. Será el día en que volveré a mi ser. Volveré a mirar el cielo al anochecer, a ser más sensible a las bellezas de la vida.

Esta es la utopía de mi domingo, un domingo único. Quiero sentir la lluvia mojar mi cuerpo entero. Quiero sentir su frescura al robarme el calor de mi cuerpo. Quiero saborear las gotas que caigan en mi boca.





Otra cosa que quiero es estar en el solitario lugar de los bambúes. Escuchar sus sonidos temerarios y mensajeros. Mirar hacia arriba y ver el cielo azul a través de sus verdes hojas. Recordar aquellos momentos únicos que viví en aquel lugar. 

Quiero poder mirar aquel grande envalse de aguas envalse envalse de aguas dulces y escuchar el sonido de sus aguas moviéndose de un lado a otro. Serenas y silenciosas como una serpiente, llevando el mensaje de la estabilidad en la energía de sus olas. 

Quisiera estar debajo de ellas, sintiéndome fresco por sus aguas, de los pies a la cabeza. Quiero que sus aguas toquen mi piel y sentirme abrazado por sus moléculas. Sentirme liviano, menos pesado; libre de toda carga.








Si no pudiera ir a ese lugar, entonces seguro me encontrarás en mi campo. Lleno de verde y fresco aire descontaminado. Estaré allá respirando serenidad y plenitud y sintiéndome solitario y seguro; en contacto conmigo mismo.


Necesito volver al  viejo hábito de la meditación, pues solo ella puede llevarme  a aquellos lugares que real o imaginariamente he visitado. 

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